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viernes, 13 de agosto de 2010

La ruta del migrante... una dura realidad.




Los centroamericanos, junto a los mexicanos, conforman la gran romería de los ilegales hacia el norte. El fenómeno migratorio más numeroso del mundo. El viaje de nuestros compatriotas centroamericanos hacia la conquista del mal llamado “sueño americano” es un verdadero suplicio. En el camino se enfrentan a asaltos, secuestros, violaciones y, muchos ni siquiera logran terminar el trayecto, pues mueren en el intento. Huyendo de las precarias condiciones económicas y de seguridad social en sus países de origen, miles de centroamericanos pasan por peligros sin iguales, y lo peor es que los gobiernos de los países involucrados: los de origen, tránsito y destino, no tienen como prioridad proteger la vida de estas personas que solo buscan luchar por una vida digna para ellos y sus familias.


Mucho se dice en los medios de comunicación sobre las deportaciones, pero no es la migra la principal amenaza, sino todo el camino de por medio, sobre todo en México, el verdadero calvario para los migrantes centroamericanos. Mucho se dice en los medios de comunicación sobre las deportaciones, pero no es la migra la principal amenaza, sino todo el camino de por medio, sobre todo en México, el verdadero calvario para los migrantes centroamericanos. El instituto Nacional de Migración de México detiene anualmente un promedio de 250,000 centroamericanos en su camino hacia los Estados Unidos.

Aparte de las dificultades topográficas como los desiertos y los ríos (principalmente el río Bravo en la frontera México-Estados Unidos) un peligro importante al que se enfrentan los migrantes es a ser secuestrados por unos hombres, la mayoría de ellos mexicanos y hondureños, que son aliados de la banda de narcotraficantes de los Zetas. Ellos los secuestran para extorsionar a sus familias en Estados Unidos y en sus países de origen y, si no obtienen lo que quieren torturan y hasta asesinan a las víctimas. Lo más terrible es que los alcaldes de los municipios donde se dan los secuestros sistemáticos de migrantes conocen perfectamente la situación; también la conocen los países de origen de migrantes, los medios de comunicación, el Estado mexicano y hasta el gobierno de Estados Unidos. Pero nadie hace nada. No hay medidas suficientes que protejan los derechos humanos de los migrantes.


Es más, los abusos son cometidos por parte de las mismas autoridades federales y de distintos órdenes, que se aprovechan de la impunidad permitida por las leyes que no resguardan los derechos humanos de los migrantes. Los migrantes son extorsionados por estas autoridades corruptas y no tienen forma de poder defenderse o de hacer denuncias. La policía misma es aliada de los delincuentes y del crimen organizado. Muchos migrantes son secuestrados y torturados por policías cómplices de bandas de delincuentes -muchos- que sirven a los Zetas: el cártel (independiente desde 2007) de narcotraficantes más violento de México, que controla gran parte de la costa atlántica de ese país. “El grupo de sicarios más peligroso y organizado de México”, se les llama en un informe de la inteligencia estadounidense divulgado en enero de este año por la Secretaría de Seguridad mexicana. “Más peligrosos que cualquier cártel”, enfatizó la División Antinarcóticos de Estados Unidos. Un grupo aún en expansión.

Pero, ¿qué están haciendo nuestros gobiernos por frenar estas injusticias? ¿cuántas víctimas más tendrán que haber para que nuestras autoridades luchen seriamente por proteger a nuestros conciudadanos? A la par de trabajar por mejorar las condiciones económicas y de seguridad social en nuestro países, por mejorar en desarrollo humano, también tiene que haber un esfuerzo constante y titánico por proteger a los que se encuentran y se disponen a enfrentar "el camino", es una tarea humanitaria.




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