Está es una problemática que no ocupa presentación para ningún capitalino y, quizás, tampoco para ningún salvadoreño que tenga algún contacto con los medios. Un problema que se ha venido complicando entre más y más tiempo pasa, pero, ¿qué es en sí el problema?
Se puede resumir en: el caos, tan emblemático, de nuestro querido centro se debe, en parte, a que está atestado de vendedores, que se han tomado aceras e incluso parte de las calles; sumándole ciertas actitudes arraigadas en la idiosincracia salvadoreña, como botar basura en cualquier lado, se genera desorden en el centro de la ciudad capital; lugar que en otros países sirve de “ejemplo” de lo mejor del país. De ahí los problemas de tráfico, el descontento de lo transeúntes y de los ciudadanos y los intentos de la alcaldía para remediarlo.
Pero esta visión es bastante reducida, pues no es meramente la voluntad de los vendedores de usurpar las calles y aceras, si no que obedece a la búsqueda de trabajo para subsistir: las opciones no son grandes ni satisfacen en nuestro país y la gente, en buen salvadoreño, se “rebusca”.
Esta es la visión más propagada por los medios de comunicación, una visión maniqueísta de Alcaldes versus Vendedores en las que el “malo” es siempre el que desea el medio. Sin embargo, está visión también es reducida porque el problema va más allá de eso.
Se ha dejado de lado el problema del diseño de la ciudad. San Salvador pareciera no tener ningún diseño y más bien se ha ido construyendo a medida que va creciendo la ciudad. No se han hecho estudios ni se ha planificado la construcción: la viabilidad, los suelos adecuados, el funcionamiento de las vías de comunicación terrestre.
Los hechos que hacen constatar está realidad van desde la tragedia de la colonia “Las Colinas” por los terremotos de 2001 hasta tener una calle llamada “la sexta décima”.
El inadecuado uso del espacio urbano por parte del comercio informal es un problema que afecta no solo al centro de San Salvador sino a diferentes áreas de las municipalidades urbanas (como Santa Tecla y Soyapango) y también a otros municipios del interior del país. Sin embargo, el caso del centro capitalino es el más emblemático, por razones bastante obvias que convierten el conflicto en asunto de gestión política no solo a nivel del gobierno municipal sino también a nivel del gobierno central. Así lo han solicitado los vendedores informales del centro capitalino en Casa Presidencial a raíz de los desalojos de ventas que ha autorizado el alcalde Norman Quijano como parte de su plan de reordenamiento del centro capitalino.
La interrelación de diferentes variables como la factibilidad espacial, acciones institucionales (municipales y del gobierno central), variables económicas, sociales (el caso de los vendedores) y culturales -las cuales complejizan la problemática- hacen que sea indispensable evaluar propuestas integrales que sobre todo no perjudiquen a los comerciantes informales, pues son los derechos humanos de ellos los que se encuentran más vulnerables de ser violentados en medio de la pugna entre los diferentes sectores involucrados en el conflicto.
Esta visión alternativa también hace pensar en la postura del procurador para la Defensa de los Derechos Humanos: Oscar Luna, ante los disturbios ocurridos en el centro capitalino el mes pasado, con motivo del desalojo de los vendedores de sus áreas de venta; no favorece al desarrollo humano del país el tener “una ciudad bonita a costa del uso excesivo de la fuerza”. “Es necesario un verdadero Plan de Reordenamiento de la Ciudad, para que sea discutido por los sectores concernientes y se llegue a un acuerdo”.
El grado de complejidad de esta problemática es muy alto y no parece haber una solución sencilla, por eso, cada quién debe formarse su opinión frente a las posibles soluciones presentadas para verlas de forma crítica y no dejarse llevar por fórmulas mágicas.
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